Entre Líneas
AMPARANOIA EN EL ESQUIZOCLUB
Tomás abrió la puerta para salir del cuarto de dormir, hacia su trabajo en una multinacional de lo electrónico, y cuando cerró la puerta, le asaltó una duda…
“¡Juraría que he visto unos zapatos de charol rojo! ¡no puede ser!”, se dijo a sí mismo, “¡No he estado con nadie esta noche!, es más… ni siquiera estuve de parranda…” y eso que Sonsoles le invitó a tomar una copa en el Copacabana (un tugurio de medio pelo importado de Cuba, donde Jonás, el coctelero preparaba unos margarita, mojitos y daiquiris de muerte, literalmente, o casi, ya que al tercero caías redondo en el sillón del reservado y si te he visto no me acuerdo).
Volvió a entrar en la habitación y no vio ningún calzado de color rojo charol… estaría todavía medio dormido.
Y volvió a cerrar la puerta… “¡coño!, ¡otra vez la sensación roja en el iris de los ojos!”; volvió a abrir la puerta y ¡zas! Los zapatos no están… “¡Esto no es posible!¡Aquí hay truco!” Entró en la habitación y fue al baño, miró en el armarito de sus medicinas y entonces cayó en la cuenta al observar que no se había tomado la medicación, el psicofármaco… el antipsicótico de turno; ahora sí que caigo en la cuenta…
Estaba siendo rehén de sí mismo y su enfermedad mental, una “amparanoia” de color rojo y zapatos de charol; apagado, cejijunto… se cagó en todo y salió del cuarto dándose cuenta de que el día iba a ser más espeso, de lo que el habría esperado.
A la próxima vez me voy de fiesta…se dijo a sí mismo… ¡Qué carajo!
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